Crónica
Por: Claudiasincensura
Todo presagiaba que mi día iba a
ser normal. Tomé una ducha, desayune y salí de casa a las 5:45 de la mañana como todos los días. Respiré
profundo porque sabía qué me esperaba al tomar el transmilenio, pero igual cogí mi camino que es aproximadamente de siete cuadras para esperar el alimentador,
ya eran las seis, la hora justa para llegar a clase.
Portal de la 170 con autopista norte |
Llegue al portal, las filas
para comprar la tarjeta eran interminables y ahí mi paciencia comenzó a
agotarse. Pensé: no hay derecho que no
hayan alimentadores y que ahora tenga que esperar no sé cuánto tiempo, para
poder comprar esta ¡maricada!. Solo veía la cara de mi profesora gorda,
mirando su reloj y cerrando la puerta a
las 7:15 de la mañana diciendo: el que
llegó, llegó, porque es un irrespeto para los compañeros llegar tarde. Ahhh me
exaspera no llegar a tiempo.
Por fin obtuve la tarjeta, ingrese a la plataforma e hice la fila o
mejor me uní al tumulto de siempre para subir al articulado, mientras una voz
decía por el alto parlante: Transmilenio se permite informar que los
alimentadores están demorados por trancones en la vía… bah ya lo sabía, pero
igual la voz continuaba… los articulados tienen retraso porque hay bloqueos en
las vías y se informa que se demorarán en pasar… mire el reloj 7:13 minutos e
imagine a la gruñona profesora parada en la puerta como siempre y como si fuéramos
niños de jardín diciendo: me parece un irrespeto bla, blá
Pasados quince minutos llego un bus después de ver una larga fila de ellos que decían: "en tránsito" y jocosamente me preguntaba para alegrarme la mañana y ¿dónde quedará la estación "en tránsito"?.
¡Oh por Dios!, comenzaron los
empujones y los golpes normales de cada mañana para subir a este transporte y
me acomode para empujar lo más fuerte posible mientras el vehículo estacionaba…
uyyyy lo logré entre de últimas y quede pegado a la puerta que se cerró a mis
espaldas con dificultad, entonces comencé a girar para poder mirar hacia afuera
y mis ojos apuntaron a un letrero que decía: no ubicarse en la zona amarilla porque puede ser peligroso… bueno algo así
decía, y pensé tan bobos todos los días y a toda hora la gente se para aquí, si
saben que es peligroso por qué no mandan varios servicios seguidos, ¿cómo para qué el letrerito?.
El bus arrancó, se abrió hacia la
derecha y avanzó unos metros cuando fuera de la plataforma se diviso un grupo de
manifestantes que impedían el paso y frente a ellos unos policías de negro, los
del Esmad, esos que crearon los gringos para controlar las protestas. Entonces
recordé que semanas anteriores por las redes sociales se había convocado a un
paro para paralizar el sistema; ay! pero ya no podía hacer nada, la profe gorda
ya abría cerrado la puerta y yo estaba como una sardina enlatada y me dije no
hay nada que hacer hoy nueve de marzo. Nunca imagine que iba a vivir en carne
propia una protesta que a todas luces era justificada, porque como yo eran
miles los usuarios que lo vivían todos los días. Lo acepte resignado.
Afuera del automotor se oían gritos de los protestantes que pedían
dignidad en el transporte, bajos precios, tarifas especiales para los estudiantes,
discapacitados y personas de la tercera edad. Entonces este grupo de
uniformados comenzó a golpear sus escudos protectores con los bolillos y se
dirigieron amenazantes hacia al grupo, la gente desde los articulados les
pedían que no lo hicieran, pero ellos avanzaban, los protestantes apostados al
frente y al costado de los buses no se movían y seguían gritando, cuando de
repente estos militares sacaron de los bolsillos de camuflaje varios tubos que
tiraron uno a uno al suelo y cuando estallaron salió un humo verde que invadió el
ambiente y comenzamos a toser y nuestras vías respiratorias se alteraron, fue
brutal porque quienes estábamos adentro no teníamos escapatoria, mientras los
protestantes tuvieron que correr afanosamente para salvarse de este olor. En
ese momento en medio del estornudo de todos los pasajeros y la angustia de
ahogo, el vehículo se puso en marcha por orden de los policías.
Pensé que se había superado y que tenía la disculpa perfecta para la
maestra. El bus avanzó, hizo las paradas correspondientes en diferentes
estaciones y se veían racimos de personas que peligrosamente se asomaban a ver
si ese era su transporte, no había mucha diferencia con respecto a lo que se
vive todos los días, esto era una locura, nadie se bajaba y todos querían subir a la fuerza, de repente se escucho la
voz del conductor diciendo: se deben bajar en la próxima parada porque esta bloqueado el sistema en el resto de recorrido, se oyeron comentarios grotescos,
se vieron caras de angustia y yo solo pensaba en mi profesora…
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Me baje, ahora estaba más cerca de la universidad que de mi casa, así que respire nuevamente y decidí caminar por la caracas hasta mi destino, quizá
hubiera sido mejor devolverme y no
avanzar. La fila de articulados era interminable y comenzaban a retornar al portal.
En
las siguientes estaciones vi a jóvenes sentados en las esquinas evitando
el paso de los buses rojos, sus rostros
descubiertos y todo en paz. Seguí avanzando y me encontré una manifestación
poco usual, algunos estudiantes de colegio y universitarios también habían
salido a protestar y muy folclóricamente se habían subido sobre los buses para
detenerles su camino y lo lograron. En esta estación me detuve, había alegría,
risas, gritos de protesta y peticiones como las que había escuchado momentos antes
en el portal.
De pronto me volví a encontrar a los “policías de negro”, los del Esmad y me pregunté sí antes tiraron gases lacrimógenos, ¿ahora que van a hacer?, esta vez venían protegidos
con sus tanquetas y comenzaron a avanzar de la misma forma que en el portal, tocando sus escudos a unísono con los bolillos, pero estos jóvenes no se inmutaron y siguieron sobre los buses y
quienes estaban en la vía gritaban “No más transmilenio, precios justos,
transporte digno…”
Unas cuadras más adelante vislumbre la esquina que me llevaría a la
universidad y allí había otro tanto de estudiantes gritando por una mejor
calidad en el servicio, sentados en la
vía cantaban y reían ajenos de lo que vendría después. Ya eran las 9:30 de la
mañana y apresuré mi paso para entregar el trabajo a la furibunda profesora,
que quizá en medio de su inconsciencia ya había cerrado la puerta con uno o dos
estudiantes en clase… Este era el comienzo de un día extremadamente excitante y lo que nunca me imaginé estaba por venir.